1.02.2012

-Yo prefiero dejar que la vida me lleve. Mi chicao tiene que estar por ahí, esperándome -aseguró Rama.
-La vida no te lleva a ningún lado -replicó Tacho- Lo que te lleva es lo que vos querés. Vos seguí con la poesía, que te vas a quedar llorando la vida entera.
Ignoraban -y nunca llegarían a saberlo- que había sorteado numerosos contratiempos y había llegado allí tras una serie de casualidades.
Por eso lloraba, porque aunque seguía buscando ya no esperaba encontrar.
En fin, no es mi deber juzgar a la inconsciencia de un grupo de veinteañeros que se fueron en una ridícula camioneta toda pintarrajeada a viajar sin rumbo, con una guitarrita y con mi madre embarazada (de mí obvio). Porque yo, debo aclarar, hubo un tiempo en que fui humano. Nadie es perfecto como diría o dirá Torito, depende de que lado de la línea temporal nos paremos. Si bien nací en el 2011, fui concebido en el 2031. Me llamaron Bruno en honor de un gran amigo de mi padre y me apellidaron, como es de suponer, con el apellido de mi padre, aunque mi madre se resistió a la costumbre machista de apellidar sólo con la línea paterna; entonces en mi documento se puede leer: Bruno Bedolla Agüero Tallarico Rinaldi.
Como contar lo que pasó ayer
si no existe ni el hoy ni el mañana.