9.02.2012

Muchas lagrimas y una sonrisa.

Ver tantos chicos desconsolados llorando a la par y abrazándose…simplemente es una imagen de la que nadie quiere ser testigo. 
La gente grita. Y son gritos de auxilio, angustia, dolor, pánico… ahí es donde deja de importar el idioma porque todos gritamos igual. Algunos saben volver esos gritos obras de artes como canciones, pinturas o textos, pero otros llegan a cansarse al sentir que vienen gritando hace tiempo y nadie los escucha. Creo de todas maneras que estos últimos, los que llegan al límite, hacen un último grito con todas sus fuerzas antes de tomar ciertas determinaciones. Nicolás entró en una propiedad privada en un horario en el que sabía mi vecina iba a estar, solo que tuvo la mala suerte de que ese día ella se retrase en su trabajo algunas horas. Estoy seguro que quería que lo atraparan…y ese era su último grito. 
Mientras escribo esto me es inevitable no revivir una y otra vez en mi cabeza la imagen mía gritándole desde el living que se despegue de esa bendita computadora y se ponga a hacer algo productivo mientras él estaba ahí escribiendo…gritando. No me enorgullece el haber terminado de conocer a mi hijo por papel, pero si la forma que encontré de que todo eso que el documentó valga la pena… 


Experiencia. En eso voy a tener que terminar dándole la razón a Nicolás después de todo. A ninguno nos sirvió el haber pasado por lo de Paulo porque la historia volvió a repetirse de manera casi calcada….pero quizás a alguien que esté del otro lado si le sirva y esa es la razón principal por la que ustedes están leyendo esto ahora. Hay muchos “Paulos” y “Zabos” que deben estar “en alguna parte del mundo pasando por lo mismo”, así que este testimonio de vida está dedicado a los amigos, parejas y familiares de esos chicos, para ver si así podemos entender que si se pueden escuchar esos gritos antes de que sea demasiado tarde. 
Entonces, si hoy le preguntaste a alguien que queres mucho como esta y sentiste que te estaba mintiendo u ocultándose en el buen humor ahorrate la duda, abraza a esa persona y repregunta: no sabes cuánto bien le estás haciendo al demostrar que de verdad te importa. 

Y vos… 
¿Cómo estás? 

Hogwarts is my home.

Varita, pergaminos, pluma, libros, saeta, ropa, lechuza, equipo de quidditch, boleto para el andén, túnica y uniforme, permiso para ir a Hogsmeade. 
Mis papás me acompañaron hasta Eleven, un quilombo. Pero llegamos justo a tiempo. La estación llena de muggles y otros magos, la magia se notaba
Entre las plataformas, un grupo de gente extraña, ellos.
Magos y brujas, tratando de que nadie note que pasaban por al lado de un puesto de panchos, directo a una pared y desaparecían al chocar con ella. 
Me despedí de mis muggles padres, empecé 5º año, este año rindo los TIMO's. 
Con el boleto en la mano y el corazón en la boca volví al Expresso Hogwats, para volver a casa.
El viaje tranqui, comí mucho: una rana de chocolate, me compre dos paquetes de grageas (me quedó sólo un paquete), droobles y dos varitas de regaliz... mis papás cambiaron bastante plata muggle por galleons, sickles y knuts. 
Llegamos, estaban los famosos thestrals, aún no los veo.
El gran comedor estuvo genial: ya se dejaron de lado todos los prejuicios de las casas, es historia vieja (Slytherin no es cobarde, Hufflepuff no es inútil  Ravenclaw no se cree más y Gryffindor no es engreído), aunque claramente nos llevamos mejor con nuestros compañeros de casa, porque compartimos más. La nueva canción del Sombrero habló sobre el fin del mundo cómo una burla  los muggles. Los nuevos nenes son tan tiernos, hay una vecina mía, ni me imagine que esa familia tuviera algo de magia. 
Al ser sábado no tuvimos clases, el día pasó muy rápido, NOS PUSIERON WI-FI! A los magos les enseñamos los usos básicos de las computadoras (envidiaban que en la escuela muggle nos hayan dado una). Nos divertimos mucho en la sala común, escuchamos música, nos pusimos al día... 
Nos estamos yendo a acostar, YO PIDO LA CAMA DE LA VENTANA!