1.25.2013

No pensar, no llorar.

Recuerdo cuando estaba a punto de decir adiós a mi tía Helen, y empecé a llorar. Eran el tipo de verdaderas lágrimas, también. No de las del tipo de pánico, que hago mucho. Y le hice una promesa a tía Helen de que sólo iba a llorar por cosas importantes porque odiaría pensar que llorar tanto como lo hago haría que llorar por tía Helen valiera menos de lo que es.  Luego, dije adiós, y manejé a casa. Esa noche leí el libro otra vez porque sabía que si no lo hacía, probablemente empezaría a llorar otra vez. Las de tipo pánico, quiero decir. Lo leí hasta que estuve completamente exhausto y tuve que dormir. En la mañana, terminé el libro e inmediatamente lo empecé a leer otra vez. Lo que sea para no sentirme con ganas de llorar. Porque le hice la promesa a tía Helen. Y porque no quiero empezar a pensar otra vez. No como lo he hecho esta última semana. No puedo pensar otra vez. Nunca más. No sé si alguna vez te has sentido así. Que quisieras dormir por miles de años. O simplemente no existir. O simplemente no estar consciente de que existes. O algo por el estilo. Creo que querer eso es muy morboso, pero lo quiero cuando me pongo así. Por eso es que estoy tratando de no pensar. Sólo quiero que todo deje de girar. Si esto empeora, voy a tener que volver al médico. Se está poniendo muy mal de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario