2.13.2013

—Muy bien; pues díselo al entrenador, y a mis padres. Nunca me había parado a pensarlo. Siempre había dado por sentado que Ryan, efectivamente, era perfecto.—Yo tengo la culpa —prosiguió—. Me mato para estar a la altura de las expectativas de los demás. Por una vez siquiera me gustaría saltarme una clase, beber en una fiesta, no decir en cada momento lo que debo. Ya oigo a mis padres: «Deberías haber estado vigilándola, Ryan». «¿En qué estabas pensando, Ryan?». «Qué irresponsable, Ryan». «Estamos decepcionados, Ryan». Eso es lo peor. Cuando dicen que los decepciono, como si no tuviera derecho a meter la pata de vez en cuando. Me alegro de que mi padre no tenga que enterarse de esto.

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