La urgencia de llegar
En esta mañana del año 2007, un violinista ofreció un concierto en una estación de metro de la ciudad de Washington.
Apoyado contra la pared, junto a un tacho de basura, el músico, que más parecía un muchacho de barrio, tocó obras de Schubert y otros clásicos, durante tres cuartos de hora.
Mil cien personas pasaron sin detener su apurado camino. Siete se detuvieron durante algo más que un instante. Nadie aplaudió. Hubo niños que quisieron quedarse, pero fueron arrastrados por sus madres.
Nadie sabía que él era Joshua Bell, uno de los virtuosos más cotizados y admirados del mundo.
El diario The Washington Post había organizado este concierto. Fue su manera de preguntar:
-¿Tiene usted tiempo para la belleza?
El placer de ir
En 1887 nació, en Salta, el hombre que fue Salta:
Juan Carlos Dávalos, fundador de una dinastía de músicos y poetas.
Según dicen los decires, él fue el primer tripulante de un Ford T, el Ford a bigote, en aquellas comarcas del norte argentino.
Por los caminos venía su Ford T, roncando y humeando.
Lento, venía. Las tortugas se sentaban a esperarlo.
Algún vecino se acercó. Preocupado saludó, comentó:
-Pero don Dávalos... A este paso, no va a llegar nunca.
Y él aclaró:
-Yo no viajo por llegar. Viajo por ir.
No digo adiós
En 1872, por orden del presidente de Ecuador, fue fusilada Manuela León.
En su sentencia, el presidente llamó Manuel a Manuela, para no dejar constancia de que un caballero como él estaba enviando al paredón a una mujer, aunque fuera una india bruta.
Manuela había alborotado tierras y pueblos y había alzado a la indiada contra el pago de tributos y el trabajo servil. Y por si todo eso fuera poco, había cometido la insolencia de desafiar a duelo al teniente Vallejo, oficial del gobierno, ante los ojos atónitos de los soldados, y a campo abierto la espada de él había sido humillada por la lanza de ella.
Cuando le llegó este último día, Manuela enfrentó al pelotón de fusilamiento sin venda en los ojos. Y preguntada si tenía algo que decir, contestó, en su lengua:
-Manapi.
Nada.
La nieta
Soledad, la nieta de Rafael Barrett, solía recordar una frase del abuelo:
-Si el bien no existe, hay que inventarlo.
Rafael, paraguayo por elección, revolucionario por vocación, pasó más tiempo en la cárcel que en la casa, y murió en el exilio.
La nieta fue acribillada a balazos en Brasil, en el día de hoy de 1973.
El cabo Anselmo, marinero insurgente, jefe revolucionario, fue quien la entregó.
Harto de ser un perdedor, arrepentido de todo lo que creía y quería, él delató, uno por uno, a sus compañeros de lucha contra la dictadura militar brasileña, y los envió al suplicio o al matadero.
A Soledad, que era su mujer, la dejó para el final.
El cabo Anselmo señaló el lugar donde ella se escondía, y se alejó.
Ya estaba en el aeropuerto cuando sonaron los primeros tiros.
Todo lo desconocido, lo que no se llega a comprender, da miedo.
" Ser el Maestro de la Muerte no es conseguir la inmortalidad. Es aceptar la muerte, esto es conquistarla. "
"El amor es una fuerza que es más hermosa y más terrible que la muerte"
En Hogwarts siempre se prestará ayuda a quien la pida. Siempre me he jactado de mi habilidad para jugar con las frases. Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo. En este caso enmendaría mi frase inicial por esta otra: En Hogwarts siempre se prestará ayuda a quien la merezca.
... cuando no sabes si abrazar o guardarte el abrazo. Unos segundos obvios en que los dos se miran con cara de "qué hacemos?". Luego de esas miradas incómodas y obviamente segundos incómodos en que todos miran para seguir despidiéndose pueden pasar dos cosas: el abrazo, luego unas risas tontas de "Qué boludos, cómo no nos vamos a abrazar?", un "Nos vemos, te quiero" y un beso; o un no abrazo, un suspiro mezclado con risa, una sonrisa de "Otro día será" y un beso.
No sienten a veces, que aunque su día haya estado lleno, si lo borraran de su vida todo seguiría(o seguirá) exactamente igual? Bueno, así.
La moraleja de "La fábula de los tres hermanos" no podría estar más clara: cualquier esfuerzo humano por eludir o vencer la muerte está más destinado al fracaso. El hermano menor ("el más humilde y también el más sensato de los tres") es el único que entiende que, habiendo escapado por los pelos de la Muerte una vez, lo mejor que puede esperar es que su siguiente encuentro se posponga el mayor tiempo posible.
Y en efecto, al intentar convertirse en sobrehumano, ese joven insensato se convierte en inhumano. El corazón que ha encerrado se marchita lentamente y le crece pelo, lo que simboliza su propio descenso a la animalidad. Al final queda reducido a una bestia violenta que obtiene lo que quiere por la fuerza, y muere en vano intento de recuperar lo que está fuera de su alcance para siempre: un corazón humano.
Esa búsqueda no es más que una absurda fantasía, desde luego. Jamás ha existido hombre o mujer, mágico o no, que nunca haya sufrido ninguna clase de herida, ya sea física, mental o emocional. Sufrir es tan humano como respirar. Sin embargo, los magos parecemos especialmente propensos a creer que podemos modelar la existencia a nuestro antojo. El joven brujo de esta historia, por ejemplo, decide que enamorarse perjudicaría su comodidad y seguridad. Concibe el amor como una humillación, una debilidad, un despilfarro de los recursos emocionales y materiales de la persona.
Érase una vez un joven brujo atractivo, rico y con talento que observó cómo sus amigos se comportaban como idiotas cuando se enamoraban: retozaban como críos, se acicalaban y perdían el apetito y la dignidad. Así pues, decidió no caer nunca en esa debilidad y empleó las artes oscuras para evitarlo.
El arroyo había hecho desaparecer toda la añoranza que sentía por su amado, y de pronto comprendió que aquel joven había sido cruel y desleal y que debía alegrarse de haberse librado de él.